viernes, 24 de mayo de 2024

Retomando la ficción-"El pianista", basado en un confuso hecho real que luego fue esclarecido

 

El doctor Gustavo Marcelli miró fijo al recién llegado. Habría que ver primero si tenía capacidad de hablar. Le hizo algunas preguntas de rutina y el paciente no respondió. ¿De dónde carajo habrá venido? La policía dijo que lo encontró en la ruta. ¿Qué se puede hacer de madrugada, con esta lluvia, todo mojado, caminando por la ruta, un viernes santo? Otras preguntas. Si el tipo no responde, voy a tener que ponerlo en la historia y seguro me van a llamar a declarar; espero que no sea para quilombo.

   Paso número dos. Gustavo sacó de su maletín papel y una caja de crayones y se los dio al paciente. Valga una aclaración: el papel y los crayones son propiedad del médico porque estamos en un hospital público. El hombre tomó los elementos de dibujo tímidamente y comenzó a utilizarlos. Bueno, parece que tenemos algo. ¿Qué carajo está haciendo? Un piano de concierto y una bandera. Gustavo pensó entrar a Internet para ver de dónde era la bandera.

   Gómez dijo que la bandera era de Suecia y que en la sala de los talleres había un piano para Musicoterapia, afinado la semana pasada. ¿Podemos probar, no? Gustavo Marcelli pensó que nunca iba a quedar en planta si tenía que concursar contra Gómez, porque a Gómez siempre se le ocurren las mejores ideas y queda bien con los jefes. Otra aclaración: Marcelli y Gómez son residentes de cuarto año.

   Llevaron al paciente a la sala de los talleres. Miró las láminas pegadas en la pared con sorpresa. Demasiado colorinches, habrá pensado. Ni bien vio el piano, se sentó en el taburete y comenzó a tocar. Impresionante. El tipo toca música clásica, o sea que es de un sector social medio-alto. Su ropa, estudios musicales…  Según Gómez, el primero que tocó fue Beethoven y después Chopin. Rosi trajo el mate y el termo y se sentó a cebar. Contó que el hijo no aporta plata a la casa y quiere que le laven, le planchen y le cocinen. ¿Quién se cree que es ese pendejo de mierda? Aclaremos que el hijo de Rosi es oficial de policía y tiene un buen sueldo. Así estuvieron cuatro horas. Gustavo salió dos veces para ir al baño, por el mate. El resto del tiempo estuvo escuchando el concierto. Gómez reconocía todas las obras. El jefe estaba impactado.

   ¿Y ahora? El jefe pidió junta de médicos y psicólogos para elaborar un informe. Bueno, llegó el momento de decir palabras lindas y cagar a Gómez. Empezó la guerra. Si la amnesia es temporal, si realmente sufre de amnesia, si es un brote psicótico, estrés postraumático, ansiedad generalizada o cualquier cosa. Gómez opinó que el paciente necesitaba una internación para evaluación, y que si sus huellas digitales no estaban registradas habría que llamar a la INTERPOL, pero eso corresponde al juzgado, agregó.

El jefe preguntó por la medicación. Gómez mencionó dos ansiolíticos que cayeron como anillo al dedo. Marcelli recomendó agregar Risperidona. El jefe prefirió esperar hasta el otro día. Voz del narrador: la Risperidona es un antipsicótico, el jefe prefiere sólo ansiolíticos.

   Salieron de la sala de reuniones y Gustavo Marcelli se puso a charlar con el policía. Éste dijo que estaba juntando plata porque la hija cumplía quince años dentro de cuatro meses. Gustavo comentó cuánto que toman los chicos de ahora. ¿De dónde habrá salido ese hijo de puta? Ninguno de los dos lo sabía y no les correspondía averiguarlo. Sí, pero si el tipo habla, me anoto dieciocho porotos con el jefe. Le contó al policía lo del piano. Fue impresionante. ¿Será un pianista? ¡Qué sé yo! ¿Y la bandera? Por ahí es marinero, vaya a saber… ¿Y cómo un marinero va a llevar ropas elegantes? ¿Y no te acordás del crucero del amor? ¡Ah, tenés razón!

   Gustavo le avisó a la enfermera que se iba a tirar un ratito porque no había pegado un ojo y hasta las dos de la tarde no llegaba. Para colmo, seguía lloviendo y no había traído paraguas. Qué cagada. Cuando cerró los ojos vio un huevo de Pascua gigante que cobraba vida y se acercaba a un piano de concierto blanco. Gómez tocaba el Gran Vals Brillante de Chopin y era aplaudido por multitudes. El paciente se acercaba a dar vuelta la página de la partitura. El narrador pregunta si esto es muy kitsch y aclara que el Gran Vals Brillante es el Opus 18.

   Gustavo se levantó, se estiró la camisa del ambo y se fue a lavar la cara. Cuando volvió, vio que la puerta del comedor estaba entreabierta. Sin querer (porque fue sin querer), se asomó y vio al paciente-pianista conversando muy animadamente con Gómez. Ni pensó en lo que le estaría diciendo, ni le importó. Pero se lo estaba diciendo todo. A ese hijo de puta. A ese sorete. Al chupa-culo del jefe. Al que seguro iba a ganar el concurso.

 

  

  

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