La danza clásica es una práctica difícil. Los bailarines estudian durante muchos años para apropiarse de esta disciplina. Constancia, perseverancia, superación técnica. No es fácil llegar a ser una figura etérea en un escenario.
Las escuelas de danzas dictan clases para
niños a partir de los ocho años de edad. Para ingresar, estos chicos deben
tener ciertas condiciones físicas: cuerpo delgado, buena flexibilidad, cuello
alargado, empeines arqueados. Los exámenes de ingreso son eliminatorios.
No todas las personas tienen la posibilidad
de cursar esta carrera y llegar a bailar en público. Para ingresar a una
escuela de danzas prestigiosa se tienen en cuenta las condiciones físicas y las
habilidades de movimiento y musicales. No se requiere tener conocimientos de
técnica clásica. Sin embargo, la mayoría de los ingresantes ya ha tomado clases
particulares con maestros de renombre. Y las siguen tomando a lo largo de la
carrera. Estas clases son muy caras, de ningún modo accesibles para la mayoría
de la población. A esto se suman el vestuario y las zapatillas: los costos son
elevados. Todo esto transforma a esta disciplina en una actividad elitista.
Los años de estudio logran una destreza
inigualable. Después de diez años, bailarinas y bailarines están preparados
para iniciar una carrera profesional. Pero, lamentablemente, en nuestro país
las posibilidades son pocas: el ballet no es un arte muy difundido. Muchos de
estos profesionales de la danza clásica se dedican a bailar otras técnicas más
populares y redituables económicamente, como el jazz o el tango. Otros,
abandonan la danza y cambian de actividad radicalmente.
Cisnes, hadas, príncipes. Un mundo de
fantasía que es realidad para unos pocos elegidos.
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